Hay muchas personas que en la sociedad actual necesitan bajar de peso, debido principalmente a que es un problema estético que cada vez en mayor medida deriva en trastornos de la salud.
La mala alimentación (con productos pre-cocinados, bollería industrial y comida rápida), sumada a una vida sedentaria ha dado como resultado que cada vez existan más personas obesas y que por tanto proliferen tanto métodos como medicinas y clínicas que puedan ayudarlas a adelgazar. Hay que tener mucho cuidado cuando nos decidimos por estas últimas, ya que muchas no cumplen con los requisitos dictaminados por la ley, y podemos poner en peligro incluso nuestra propia salud, aparte de malgastar nuestro dinero.
La mayor parte del problema que nos encontramos a la hora de buscar una buena clínica de adelgazamiento tiene que ver con la falta de información rigurosa y clara sobre las técnicas y procedimientos que allí se utilizan. Además, mucho de ellos realizan publicidad engañosa al asegurar resultados de pérdida de peso que luego no se cumplen en el tiempo estipulado, y otros utilizan métodos para adelgazar poco recomendables, como productos “estrella” en forma de pastillas o bebidas cuya procedencia no está clara, y que además, no enseñan al paciente a crear hábitos de mantenimiento saludables. Hay que asegurarse, sobre todo cuando se acude a este tipo de centros por primera vez, que está homologado por el Ministerio de Sanidad, y que los profesionales que allí trabajan (médicos, nutricionistas y demás personal sanitario) poseen su correspondiente titulación.
Una buena clínica de adelgazamiento controlado se distinguirá de las demás, en primer lugar, por el rigor en el diagnóstico que se le da a cada paciente, identificando con exactitud su problema o dificultad para perder peso (hay personas que retienen líquidos, otras tienen problemas con la glándula tiroides, otras ansiedad y trastornos alimenticios). Por ello, es básico realizar un exhaustivo examen físico antes de empezar cualquier procedimiento, incluyendo análisis de sangre y orina. Asimismo, deben dar una explicación detallada del tratamiento que se va a seguir, de todos y cada uno de los pasos y directrices, así como los suplementos o medicamentos recomendados. Debemos huir de aquellos tratamientos que prometan una pérdida de peso demasiado drástica en un corto periodo de tiempo, pues el resultado final no suele ser duradero e incluso se vuelven a recuperar más kilos de los que se tenían antes.
Una vez que realmente se comprueba la cantidad de peso que el paciente debe perder (a través de máquinas especializadas llamadas impedancias, que miden la cantidad de grasa, agua y masa muscular libre de grasa de cada individuo), se debe establecer un plan que incluya tanto régimen dietético como ejercicio físico, incidiendo sobre todo en el cambio en los hábitos de comportamiento de la persona (picar entre horas, consumo de tabaco y alcohol, preferencia por comida rápida). La pérdida de peso gradual suele ser de un kilo a la semana, de esta forma el cuerpo se va habituando a la nueva situación y se condiciona a la rutina impuesta, para evitar sobre todo una recuperación de los kilos cuando acabe el tratamiento. Este suele costar de media unos mil quinientos euros, divididos en mensualidades que van de los cincuenta a los quinientos euros, dependiendo de lo lujosa que sea la clínica.