El colesterol es un problema que en los últimos tiempos nos atañe a casi todos, debido a una alimentación incorrecta rica en grasas y azúcares, elementos que derivan en sobrepeso y problemas cardiovasculares en la mayoría de los casos. Por tanto, deberíamos modificar nuestros hábitos y volver en cierta manera a la dieta mediterránea, la cual aporta los nutrientes necesarios para un correcto desarrollo de nuestras actividades, pero al mismo tiempo evita que sobrecarguemos el organismo con calorías extra. Las pautas de una dieta sana no sólo deben seguirse una vez que hemos comprobado que nuestros niveles de colesterol son altos y que debemos cuidarnos, sino que es algo que todos debemos hacer a largo plazo para evitar problemas posteriores.
Las pautas a seguir son, por ejemplo, no excederse del consumo de grasas en un 30% de nuestra dieta diaria, sobre todo las grasas saturadas, que son las que dejan depósito de colesterol en nuestras arterias y aumentan el riesgo de padecer alguna afección coronaria. Por tanto, debemos limitar el consumo de alimentos que contengan este tipo de grasas, como pueden ser las carnes rojas, mantequilla, embutidos, leche entera, lácteos enteros…
Por otra parte, debemos hacer uso de los alimentos que contengan altos índices de grasas poliinsaturadas y de las monoinsaturadas. Las primeras nos ayudan a reducir los niveles de colesterol en la sangre, y deben ser aportados por la dieta porque nuestro cuerpo no puede sintetizarlas, encontrándose en alimentos como el pescado azul y los aceites vegetales. Las monoinsaturadas se presentan principalmente en el aceite de oliva. Hay que evitar aquellos alimentos que contienen gran nivel de colesterol “malo”, como pueden ser los huevos (en exceso), la casquería y los mariscos.
Hay que aumentar también la ingesta de proteínas de origen vegetal en lugar de las de origen animal, encontrándose en alimentos como la soja, que además tiene un alto valor biológico. Las fibras son también una gran ayuda a la hora de reducir el colesterol, ya que hacen que el intestino trabaje a pleno rendimiento y se disminuye la absorción de grasas por el organismo; para ayudarnos en esta tarea, es muy recomendable la ingesta de frutas, verduras, legumbres, salvado y cereales como la avena.
Por último hay que destacar que en la dieta también deben tener cabida alimentos ricos en antioxidantes, puesto que la oxidación de las lipoproteínas evita que los depósitos de grasa (colesterol) se acumulen en los vasos sanguíneos, con lo que se evita el deterioro de las arterias y la formación de trombos. Para este propósito, son de gran ayuda las vitaminas C y E, el selenio y el betacaroteno, presentes en verduras de color intenso (pimiento, espinacas, zanahorias, calabaza…) y frutas (cítricos, fresas, kiwis…).
En definitiva, una dieta equilibrada, donde no se abuse de la carne roja, los azúcares y harinas, y donde prevalezca la fruta y la verdura como principal fuente de vitaminas, así como cocina al vapor, hervido o asado, servirá para que el peligro de padecer alguna situación de riesgo coronario se vea reducido en un alto porcentaje.